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sábado, 30 de julio de 2011

Armando José Sequera


http://aaronsosaactual.blogspot.com/2008/12/una-maana-con-armando-jos-sequera.html
Nace en 1953, escritor venezolano, autor de 44 libros publicados y 18 inéditos, gran parte de ellos para niños y jóvenes. Ha obtenido 16 premios literarios, 3 de ellos internacionales: el de la Casa de las Américas (La Habana, Cuba, 1979); Diploma de Honor IBBY (Basilea, Suiza, 1996) –ambos con la obra Evitarle malos pasos a la gente–, y la Bienal Latinoamericana “Canta Pirulero” (Valencia, Venezuela, 1998), esta última con el libro Teresa. A nivel nacional se ha hecho acreedor a 13 premios; entre ellos, la Bienal de Literatura “Mariano Picón Salas”, en dos oportunidades: la primera, en la mención Narrativa “Salvador Garmendia”, obtenida con la novela La comedia urbana– (2001), y la segunda en la mención Crónica (2005), recibida por el libroFuneral para una mosca. Además, ha recibido 24 menciones en diversos concursos de narrativa, divulgación científica y fotografía. También es periodista, promotor cultural, conferencista y guionista de radio. Ha dictado más de 1.500 charlas y conferencias, y varias decenas de cursos y talleres sobre literatura en general, creación literaria (narrativa), redacción, elaboración de textos de divulgación científica, creatividad, crecimiento personal y espiritual, valores, lectura en voz alta y novela policíaca contemporánea, en instituciones como la Universidad Simón Bolívar, la Universidad Central de Venezuela, la Biblioteca Nacional, el Ateneo de Caracas, el Ateneo de Valencia, el Instituto Pedagógico de Caracas, el Consejo Nacional de la Cultura, el Ministerio de la Juventud, la Fundación Centro para el Mejoramiento de la Enseñanza de la Ciencia (Cenamec), Monte Ávila Editores, Editorial Santillana y el Metro de Caracas, entre otras. 
Reflexión sobre la lectura y la literatura
Pienso que la lectura es la actividad más importante que hace el hombre, después de todas las que permiten su supervivencia. No es más importante que respirar, comer, ingerir líquidos, dormir o amar, porque sin estas acciones la vida es imposible, pero sí está por encima de todas las demás. La principal característica humana es el uso de la inteligencia que el hombre posee. Pero este uso, sin la reflexión, sólo conduce al caos, al exterminio de las restantes formas de vida animal y vegetal, al suicidio a largo plazo como especie.
El hombre, por sí solo, sin duda es capaz de reflexionar. Sin embargo, la lectura –por lo que tiene de reservorio de experiencias, de archivo de logros y fracasos, de centro de acopio de ideas y de almacén de fantasías–, constituye el recurso perfecto para estimular la reflexión. Leer, ya se ha dicho, nos pone en contacto con las mentes más lúcidas y las ideas más importantes de la humanidad. Leer nos hace co-creadores, dado que el autor propone el 50% del texto y nosotros completamos, en nuestra mente, el 50% restante. De allí que leer no es un monólogo sino un diálogo. Un diálogo enormemente feraz, gracias al cual la humanidad alcanza su cota más elevada.
Considero a la literatura el arte más completo. Cuando leemos, nuestra imaginación se comporta como una pantalla virtual multisensorial, mediante la cual evocamos recuerdos, sensaciones, ideas, reflexiones e imágenes de ficción, apelando a todos los sentidos. Una sinfonía puede inspirarse en una obra literaria e igual una danza. Pero su desempeño se basa sobre uno, dos o tres sentidos: el oído, si sólo la escuchamos; el oído y la vista si asistimos a un concierto o la vista, el oído y el tacto si bailamos. En este último caso, es posible que participe también el olfato, pero nunca se cubre toda la gama sensorial. Igual ocurre con la pintura, la escultura, la fotografía o el cine, entre otros.
Por otra parte, para mí, hacer literatura es participar del mismo oficio gracias al cual tenemos existencia, el de creador. En tal sentido, considero que la actividad que realizo es, en el fondo, una actividad profundamente mística.

Obras recomendadas

    Ha habido muchos. Distintos en cada etapa de mi vida y de mi formación literaria. Sin embargo, reconozco que algunos han influido más en mí que otros. Enumero los que vienen a mi memoria:
  • Cuentos de Julio Cortázar. El momento estelar de mi vida como lector y escritor fue la tarde en que leí “La noche boca arriba”. Tenía entonces 23 años. Este cuento me abrió camino en la literatura, al mostrarme que cualquier cosa que imaginara –siempre y cuando tuviera su lógica intrínseca y no atentara contra las leyes físicas (o lo hiciera, pero tomándolas en cuenta)–, tenía cabida en un texto literario. Debo explicar que, antes de leer este cuento, había escrito varios centenares de malos poemas y casi de dos decenas y media de cuentos (me inicié en la escritura a los 11 años), pero desde hacía tiempo que tenía la asfixiante sensación de topar con un techo, a la manera de la niña Alicia, al hallarse en una casa del País de las Maravillas.
  • Las columnas de Cyborg de Julio Coll. Este hoy olvidado libro de ciencia ficción, aparecido en los años 70 y realizado por un autor español, me mostró que podía escribir textos ingeniosos, sin necesidad de cubrir grandes extensiones de texto. Con él aprendí a valorar esa brevedad propia de mis textos que entonces consideraba producto de la pereza.
  • Rajatabla de Luis Britto García. Otro libro que me impactó por la brevedad de sus textos y el ingenio manifestado en ellos.
  • La muerte viaja a caballo de Ednodio Quintero. Aquí confirmé que varias decenas de textos que había elaborado desde 1972, sin conciencia de que elaboraba minicuentos o minificciones, tenían carácter literario.
  • El osario de Dios de Alfredo Armas Alfonso. Más que la lectura de este libro, el tener a este escritor como maestro ha sido una de las mayores bendiciones en mi vida. Al libro lo leí tarde, cuando ya había elaborado más de 150 minicuentos y conocía a su autor, pero el trato con Armas Alfonso fue determinante y fundamental en mi existencia como ser humano y como profesional de la escritura. Con él empecé a valorar la intromisión de la realidad en los textos ficticios y la de la ficción en la realidad.
  • Crónicas marcianas de Ray Bradbury. En diversas ocasiones he afirmado que, si tuviera que salvar un libro en un naufragio, salvaría éste. La forma tan precisa de mostrar cómo un imperio coloniza una nación –en este caso, a un planeta–, y cómo ese mismo imperio se hunde al hundirse el colonizado lo convierten en un retrato exacto de la historia universal.
  • Ficciones de Jorge Luís Borges. Estos cuentos, especialmente, el titulado “Las ruinas circulares” me confirmaron en mi gusto por la ficción. Lo considero una de las cumbres de la literatura universal.
  • Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez. La lectura de diversos textos de García Márquez me marcó como periodista y como hacedor de ficción. Esta novela, especialmente, me hizo descubrir cómo construir una ficción sin fisuras. Leer los reportajes de Gabo me enseñó más periodismo que cinco años en la Escuela de Comunicación Social.
  • Momentos estelares de la humanidad de Stefan Zweig. Zweig es mi otro maestro periodístico. Su uso de la historia, como si relatase una ficción, me marcó profundamente. Especialmente, los textos referidos a la creación de la Marsellesa, la composición por Haendel de su Mesías y el instante en que Vasco Núñez de Balboa se convierte en el primer europeo que ve el océano Pacífico, en la actual Panamá, los considero obras fundamentales en mi formación personal y profesional.
  • Vidas imaginarias de Marcel Schwob. También esta obra influyó en mi quehacer periodístico y literario. Sus biografías ficticias de personajes reales me han influido mucho más de lo que suelo admitir.
  • Entre los libros que más me han gustado últimamente, me ha llamado mucho la atención una novela breve del escritor israelí Amos Oz: La bicicleta de Sumji. Estimo que es una verdadera obra maestra destinada a niños y jóvenes. Leí también y con gran gusto un libro de crónicas de Mía Couto, un escritor y periodista de Mozambique, al que considero un narrador estupendo. El título: Cronicando. El sudafricano J. M. Coetzée ha sido también un  hallazgo para mí, igual que el turco Orhan Pamuk. Ambos ganadores del Premio Nóbel me han deslumbrado con su narrativa. El primero con Desgracia y Vida y época de Michael K y el segundo con Estambul Me llamo Rojo. Me han parecido obras notables tres novelas que he leído del húngaro Sándor Marai: El último encuentro, La herencia de Eszter y La amante de Bolzano. Me gustó mucho el libro de crónicas Error humano, del estadounidense Chuck Palahniuk (de quien leí y disfruté su formidable novela Nana) y leí en un poco más de un mes las cinco novelas de la saga del Capitán Alatriste, del español Arturo Pérez Reverte. De este mismo autor, leí un agrupamiento de sus crónicas y artículos de prensa titulado Con ánimo de ofender, que me gustó bastante. Igualmente disfruté dos novelas del argentino Federico Andahasi: El anatomista El secreto de los flamencos. Me pareció una buena novela para jóvenes la del venezolano Juan Carlos Méndez Guédez: Nueve mil kilómetros y tu abrazo. Hace poco, releí Historia de una gaviota y Del gato que le enseñó a volar, del chileno Luís Sepúlveda, y me siguió pareciendo una notable novela para jóvenes. La sentí tan fresca como la primera vez.Me llamó la atención y me parece que augura grandes cosas la novela Todos se van, de la escritora cubana Wendy Guerra, a quien conocí en Cuba cuando era apenas una niña y ya hacía muy buenos cuentos.
  • Por último, quiero referirme a la mejor novela que he leído últimamente: El corazón de Voltaire, del puertorriqueño Luis López Nieves. Una exquisita e ingeniosa obra que mezcla la historia, el suspenso policial y el humor en dosis finísimas que hacen que el lector disfrute el recorrido de punta a punta
    FUENTE.http://www.ciudadseva.com/obra/2007/02/15feb07/15feb07.htm

VISITE LA 16. ª FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO EN ESTOS FERIADOS


Una de las alternativas más interesantes  para disfrutar en familia en este fin de semana largo es visitar la 16. ª Feria Internacional del Libro de Lima, que ofrece diversión, cultura y entretenimiento en un mismo espacio.

Se trata del mayor y más grande evento cultural en el Perú, un espacio de 12 mil metros cuadrados donde se podrá disfrutar de exposiciones fotográficas, presentaciones de libros, mesas redondas, homenajes, conciertos, así como de actividades para niños como cuenta cuentos, ludoteca infantil, narraciones musicalizadas,  entre otros.

La feria tiene preparada una excelente programación artística para estas fiestas patrias, es así que  homenajearemos al Perú el 28 de julio con Cecilia Bracamonte, quien ofrecerá un concierto a las 21 horas en el Auditorio César Vallejo. El 29 de julio, Susana Baca, al lado de Papá Roncón (Ecuador), realizará la presentación del disco “De la misma sangre”. El 30 de julio, se contará con un espectáculo artístico por el Día Nacional del Reino de Marruecos “Danzas marroquíes” con Marcia Samina. El domingo 31, habrá un concierto en homenaje a José María Arguedas en el cual participarán talentos como Chalena Vásquez, el Trío Los Cholos, Edith Guerra y la Nueva Invasión.

En lo que respecta a las actividades culturales, el 28 de julio, Filippo Anastasi (Italia), David Lozano (España), Carlos Carrión y Liset Lantigua (Ecuador), Eric Pearl (Estados Unidos), realizarán las presentaciones de sus más recientes publicaciones. Entre las presentaciones de peruanos destacan la de Javier Wong con su libro El mejor ceviche del mundo y Andrea y Claudia Paz con su libro dirigido a niños Chimoc en machu Picchu.

El viernes 29 de julio los más pequeños de la casa podrán deleitarse con la presentación musicalizada del libro infantil Como te vaca de Juan Luis Dammert. También se presentará la colección Sobrenatural del diario Correo,   el libro Educación, disciplina y libertad de Carlos Cueto Fernandini. También habrá actividades de Puerto Rico, Venezuela, Japón, Colombia y Chile, en este último caso, participarán Raúl Zurita y Omar Lara, destacados poetas del país en mención.

Continuarán abiertas las exposiciones “La noticia hecha imagen: Fotografía periodística del Diario Correo”,  la exposición en homenaje a José María Arguedas “Calandria de fuego: Creadores contemporáneos en diálogo con Arguedas,  exposición fotográfica por el Centenario del Descubrimiento de Machu Picchu; y, finalmente, la exposición de fotografías y objetos personales del famoso fotógrafo  Chino Domínguez.

La 16. ª Feria Internacional del Libro de Lima abrirá sus puertas hasta el martes 02 de agosto en el Parque de los Próceres de Jesús María. El precio de las entradas es de 3 nuevos soles (todos los días de la feria). Niños y niñas menores de 12 años y adultos mayores de 65 no pagan entrada.  Pueden co
nocer más actividades ingresando a www.filperu.com 

 FUENTE:http://www.filperu.com/home/tabid/39/ctl/detail/mid/715/itemid/7/visite-la-16-%C2%AA-feria-internacional-del-libro-en-estos-feriados.aspx

domingo, 24 de julio de 2011

OSWALDO REYNOSO HOMENAJEADO POR LA CÁMARA PERUANA DEL LIBRO



El escritor arequipeño, considerado uno de los más destacados novelistas del Perú, es el escritor homenajeado de la decimosexta edición de la Feria Internacional del Libro de Lima. Coinciden en este año su onomástico número ochenta y 50 años de una de sus mejores y más exitosas obras: “Los inocentes”, la cual incorporó por primera vez en la literatura peruana el lenguaje de los jóvenes de las grandes urbes.

Oswaldo Reynoso hizo sus estudios en la Universidad de San Agustín de su ciudad natal y los concluyó en la Universidad Enrique Guzmán y Valle, La Cantuta, en Lima, donde se graduó como profesor. En este mismo lugar, donde también ejerció la docencia, empezó a desarrollar su labor literaria. Según palabras de Marco Martos, “la prosa de ficción de Oswaldo Reynoso se caracteriza por presentar una gran cantidad de personajes con una coloreada prosa de profundo aliento lírico.”El homenaje es este lunes 25 de julio a las 19:00 horas en el auditorio César Vallejo de la 16. ª Feria Internacional del Libro de Lima. Participarán Enrique Planas, Manuel Velásquez Rojas y Jaime Carbajal Pérez.Bibliografía:
-    1955 Luzbel (Poemas)
-    1961 Los inocentes
-    1966 En octubre no hay milagros
-    1970 El escarabajo y el hombre
-    1993 En busca del Aladino
-    1995 Los  eunucos inmortales
-    2005 El goce de la piel
-    2006 Las tres estaciones

FUENTE: http://www.filperu.com/home/tabid/39/ctl/detail/mid/715/itemid/5/oswaldo-reynoso-homenajeado-por-la-c%C3%81mara-peruana-del-libro.aspx

jueves, 21 de julio de 2011

PARA EL AMAUTA JOSÉ MARÍA ARGUEDAS DE FÉLIX HUAMÁN CABRERA


¿Todas las sangres?

¿Todas las sangres?

PARA EL AMAUTA
JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

DE
FÉLIX HUAMÁN CABRERA


EN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
18 DE ENERO 2011


Ahí estabas con tu voz, hablando como nosotros, como los otros, como los demás, ternura de sol, pálpito de vida.
Eras justo lo que buscaba, el secreto del silencio que se hace palabra de la tierra y este rocío temblando sobre el trébol cuando llega la brisa buena.
Ahí estaban los labios del padre y del abuelo, saludos, buenos días y aquel paisaje de contrastes y colores donde yo había nacido.
Estaba mi silbido queriendo escuchar mi propio eco en los recodos del camino travieso por donde iba mi infancia.
Eras la respuesta a mi pregunta de manantial y de campiña.
Fue cuando en “Yawar fiesta” y en “Agua” encontré la vida. Para aquel entonces tenía doce años y me gustaba la poesía.
Claro yo sabía que todas las cosas tenían sus nombres y los paisanos bailaban con los colores que no eran los que brillaban en la escuela; allí estaban en los pétalos de las sementeras relumbrando callos del trabajo, antes y después de las siembras.
¿Cómo habías copiado el rumor del agua en tu canto de palabras y eras el cariño de las plantas pequeñas en las sementeras?
Joven aún encontré tus libros en un salón de clase de mi escuelita rural, José María, también la de César, José Carlos, de Eleodoro, de Mario Florián y de ese Manuel Scorza y de otros más.
¿Dónde habían estado? Eso no nos enseñaban, ni aprendíamos que el Perú era uno (todos) y diferente (algunos). Creía que solo los muertos hacían poesía.
Pero cuando supe que tu vivías, ¡qué alegría!
(Don Erminio, dicen que José María es como nosotros, pero las casas de su pueblo no tiene techos de calamina, son tejados en el verdor de la campiña).
Ojalá también sean azulencos los cerros y los hombres hagan las faenas para que dancen las espigas del maizal sobre las cercas y aromen colgados de las peñas las arvejas y los matices de frijoles.
Así será seguro su terruño como nuestro pueblo tan lindo y tan herido.
¿Por qué?
Porque saben y deben saber que nosotros somos una sola sangre, los andinos, no por la cordillera, sino por los hombres.
Antes, mucho antes de todos los antes, aquí nacimos dominando tempestades, y la tierra y el sol se hicieron nuestros padres.
Con nuestras inteligencias conocimos el secreto de la naturaleza, inventamos maravillas con la música y la piedra, nos organizamos en ayllus respetando a nuestros taitas y fuimos lo que fuimos hasta ahora.
Pero llegó la fiebre traicionera; no sé por qué lado llegarían estos inviernos malos y creció como la espina silvestre el odio, la envidia y la muerte corrió por nuestros ríos. 
¡Nosotros fuimos y hasta ahora somos cumbres de metal, roca viva desafiando los azules y las nubes!
Y escribiste en quechua y castellano, Joshe Arguedas
(Antes ya los versos de Vallejo habían entrado por la puerta de los pobres).
Ahora estabas tú entre nosotros, con el idioma runa simi que cantaba alegrías y dolores, la lengua de los hombres llena de dulzura, de brazos y de pasñas.
También pusiste tu  melodía en  castellano masticado en todos los horizontes de nuestros nevados y en los verticales de mares, cerros y selvas.
Esos ríos profundos que yo he conocido tan cerca y distante, el aullido de  los zorros en los arenales, en las cumbres, en la selva enmarañada de misterio y de cariño.
Idioma peruano que no solo es léxico, sino también forma y sentimiento. Aquí hablamos el peruano y en peruano te estoy escribiendo, con la sangre y con la vida, José María Arguedas.
Siempre te he escuchado, hay Perú en tu voz, eco de lambras y cascadas. Y como yo, también Oscar Colchado, Socracha Zuzunaga, Washi Cordova, Zeín Zorrilla, Samuelcha Cardich, Toño de Tayacaja, Quique Rosas, Roberto con su volcán de fuego, los Padillas –uno de socavones y minas, y el otro del antiplano-   
Allá en el Cuzco, en Arequipa y en Piura están afirmando la patria y sigues hablándonos y entonando huaynos, harauis y hualijías que se meten por los huesos a sacudir nuestra presencia.
En Junín zapateamos el huaylash y el Santiago en las ferias del valle del Mantaro. Y también hemos llorado; ¡cuánta pena nuestro pecho ha desangrado cuando mataron a  hermanos por quítame esta paja!
La injusticia, el abuso, la maldad llegaron hasta nuestros mismos pechos.
El Ayataqui fue uno solo, nuestra sangre de dolor y sufrimiento. Esto tú lo vivías, lo vivimos; los sentías, lo sentimos; lo sabías, lo  sabemos, y lo dijiste, lo decimos.
         Pero eso de “todas las sangres” que tú dijiste, no me sabe muy bien, José María; creo que no fue así como hablaste.
Porque entiendo que no querías decir que el Perú era un conglomerado de razas que cada una tenía su palabra y que entre nosotros no nos entendíamos.
Que éramos diversos y por lo mismo que aquí  nunca hubo comunicación posible y por eso la torre de babel era nuestro símbolo.
¿Aquí nos odiábamos, nos acabábamos, nos destruíamos? Porque entre distantes y diferentes no hay amor ni comunión
¿Era el salvajismo nuestra sangre?.
¡Qué bonito, agarrarse a ti para destruir tu propia voz, José María, y afirmar que el color de la piel era nuestro perfil y por tanto venga la diversidad para hacer nuestra diferencia
¿Lo somático determina nuestra identidad? ¿De cuándo aquí, la animalidad impone el perfil a la humanidad?
Y si es así, ¿todo lo andino estuvo perdido, desde nuestro nacimiento siempre destruido?  
¿Solo nos caracterizó lo primitivo?  
¿“Así somos pues los peruanos, los andinos”?.
¿Que cuando llegaron los invasores, nos trajeron la civilización y la cultura, la lengua, el saber que éramos hijos de dios, por eso era bueno tener los ojos azules?
¿Ellos nos enseñaron a saber que éramos seres humanos? ¿Nos salvaron porque el camino del infierno era nuestro único derrotero (¿es?) para achicharrarnos con los malos?
Pero lo curioso es que llegaron a nosotros con dos palos cruzados, un hombre muerto, ensangrentado, crucificado y con corona de espinas. (En otros crucifijos, el dios hombre estaba agonizando, semidesnudo con los ojos perdidos).
Lo habían matado por defender a los humildes, a los abusados, a los que no tenían nada, murió por los esclavos allende de los mares.
De este señor decían que decía que nos amemos los unos a los otros.
Pero como éramos animales, ellos los pregoneros extranjeros nos odiaron, solo nosotros nos amamos en la desgracia (siempre lo habíamos hecho, nunca dejamos de hacerlo).
Y nos hablaron de pecados y pecados. “¡Arrepentíos!”
Para ellos, las gracias y virtudes. Para nosotros las maldades.
Nos trataron como bestias de carga, a roturar la tierra bajo el látigo del patrón, a escarbar los breñales agonizando en los socavones, encarcelados, amarrados, muerta la esperanza.
¿Cuándo llegó este vendaval, -no de truenos ni de rayos que bien sabíamos guarecernos en las cuevas de las breñas- de pólvora, odio y de muerte, de gente extranjera, hasta nuestras propias casas y murieron las torcazas zureando en los tejados de la humildad?
Solo reinó la ambición, la injuria y la maldad.
Ahora usan y abusan de aquello que dijiste: Todas las sangres.
Dicen que aquí estamos viviendo razas y culturas venidas de todos y por todos los caminos. Que esta diversidad es lo que nos distingue.
¿Aquí no ha habido unidad? ¿Nunca lo habrá? ¿Pero, es lo cierto?
Cuando abrí los ojos en una comunidad campesina, todos éramos iguales, hasta el crucificado tenía el color de nuestras alegrías y tristezas.
En navidad jugábamos con aquel niño Manuelito bailando las pallas y los pastorcitos cuando Llawiko tocaba su flauta de carrizo  y ¿por qué cuando estuvo grande lo mataron a Cristo con tanta insidia, odio y maldad?...
Recuerdo que sembrábamos la papa canteña, la wairo, la chaucha o la wamantanga, haciendo ayni, (¨aychama¨ decían los abuelos), todos para uno y uno para todos.
En la mañana azul, llegaban con sus palas, barretas, picos y rejillas, a sorber el caldo  de menestras, carnes y longas con sabor a hierba buena.
Era humo celeste la alegría y un solo canto la cabaña.
Nadie los había convocado porque era la mano del hermano.
 La obligación de hoy para ti, mañana para él, pasado para mí, y siempre para todos ¨la minka¨ cuando construíamos el canal, la escuela, el empedrado de las calles, la casa comunal.
 Todo con música de trinos, sonido de lluvias, rumor de cascadas, que venían silbando con el viento desde las faldas de Warinwasi, en antaras, quenas, arpas, guitarras, pinkullos y chirimías.
Esta es nuestra patria, Perú de corazón, una sola sangre; tronco del árbol que llegará al cielo cuando nosotros queramos.
El trabajo era (es) alegría. Todo lo hacíamos (lo hacemos cantando y bailando porque estamos vivos, nuevos y resucitados).
Esto éramos nosotros, así habíamos sido. ¡Somos!.
Así se construyó, (nos explicaba el maestro Ricardo), el templo de Chavín, allá en Ancash con su cabezas clavas. Y el Tiahuanaco con sus chulpas de Sillustani, en Puno.
Éramos muy grandes, somos inmensos, dominamos la piedra y le pusimos color y forma a Macchupicchu. En el arenal de Nazca sembramos nuestro secreto.
Es que somos hijos de la madre tierra, hemos salido del seno de las montañas, y celebramos con ellas sorbiendo chicha de jora para que nos brinde el secreto de sus misterios en la savia de sus plantas, en el brillar de sus metales y sean nuestros abismos secretos de oro o cascadas de plata.
Ahora en los arenales y en las grandes ciudades hacemos lo mismo. No tenemos nada, pero sí nuestros brazos y el trabajo.
Ha habido inteligencia amando y conociendo a la naturaleza, nada nos era extraño en el cielo y sus luceros.
No nos es extraño, sabemos avanzar en la noche por los aviesos senderos de las cordilleras con nuestras llamas, acémilas, caballos y perros que ladran a la luna cuando nuestras manos cogen las estrellas de la nieve.
Allá en Sacsaywamán, había una poza grande, existe todavía, donde se refleja el hervor de las galaxias y llegan los sabios para saber qué nos dice el cosmos y las nubes celestiales.
Nada nos es ajeno en las plantas y hierbas de montañas, colinas y quebradas donde la muña aroma los caminos, las retamas reflejan ilusiones y las cantutas cuelgan arco iris de pétalos y aromas desde las peñas y barrancos.
Desde niños moldeamos la arcilla dando forma a la ilusión de nuestros juegos, como los mochicas en sus ceramios o los paracas en sus tejidos hechos con vientos marinos y colores de abismos.
Sabemos imaginar nuevas realidades tejiendo caminos en las cordilleras y le sacamos sonidos hasta hacer música de soledades y distancias.
Para el frío, buenos son los ponchos de vicuña y para el calor, el misterio de los árboles en sombras, agua cristalina, sed del caminante.
Y ahí fue cuando escuché el violín de brisa mantarina. Ese valle cómo vibraba en las manos de Zenobio, el arpa del Chatito Flores con risas y lágrimas despidiéndose de su pueblo.
Aprendí que había otro lenguaje en las cuerdas de la guitarra; ahí estaba García Zarate y su Ayacucho herido.
Yo mismo cantando a la medianoche para que despierte la calandria y sepan que en la esquina de esta calleja oscura habían corazones enamorados que entonaban quenas y kajelos interpretando como caía gota a gota el aguacero.
Aquí nacimos, crecimos, respiramos el aroma de las soledades en el alma de las montañas.
Y no es que estemos solos, ellas extienden sus alas dando aliento a nuestros pasos y recogemos el corazón de los humanos para saber que existimos y ¡no se trata del color!, todos tienen la sangre roja bermellón que sale palpitante con el mismo son, no existe sangre de otro matiz.
Un solo origen, una sola fuente después aparecen los arroyuelos por la pendiente.
 Fue entonces que me di cuenta que teníamos nombre y que esa música, voz del agua que caía en la cascada, era violín de nuestras manos que volaba hecho lucero entre los qantus de la quebrada.
Y me preguntaba ¿de dónde era tu tono, José María?
Pero cuando llegó a la calleja de mi pueblo el arpista Chumingo, supe que eras la misma semilla en el surco de la anchaca, cómo sus dedos medio volteados destellaban en el terrón de buena sementera, huaynos, trigales de gemido edulcorado y cantaba: no saques el puñal de mi pecho, te saltará la sangre y dirás que tú lo has hecho.
Rojita de todas las venas -no tenía otro color-, por eso el zorzal, desde el sauce de la aguada le dio la bienvenida.
Era tu eco esas cuerdas envejecidas del madero, José María; entonces me dije ¿con mi misma palabra puedo andar por todos los caminos? ¿Me entenderán? ¿Sabrán quién soy?
Y así como yo había muchos escuchándote; sabíamos que esos aires bajaban de las montañas, subían desde el vértigo de los abismos donde las venas de los ríos rompían soledades.
Por eso dijimos ¡salud! con aguardiente de naranjilla y wamanripa y me puse a cajear como los buenos: flor de mayo, flor de mayo, crece color y  aroma en los vientos de Agomayo.
Ahí en esa música estábamos todos; llegaron a la plaza principal zapateando taco a taco los niños del vergel, las mozas arco iris con trenzas de abril.
Aprendí ese tono, por eso me pongo a cantar en las esquinas de los villorrios y pueblos andinos para que me escuchen todos, y todos se vayan con mis notas silbando por el sendero de los tréboles y jilgueros.
Que todos los nombres sean hombres y las madres siembren a sus hijos en la buena tierra cuando lleguen las torcazas a zurear en el sauco de las huertas.
Y llegan también los antiguos guiados por Martín trayendo bastones labrados para llevar el compás, ellos prepararon el barro, labraron adobes y horadaron las piedras, dieron forma a los muros y se quedaron en la simetría de los laberintos de la ilusión; saben que siempre hemos sido una sola voz.
¡Se grita de todas las bandas pero un oído escucha a los demás!
¡Cómo hicimos jolgorio en las horas del día! Después todas las esquinas fue matiz de música, los de ayer, hoy y los del mañana trajimos ramilletes de limalima y waranhuay y ahora estamos bailando en todas las sendas del corazón.
Fuiste uno de los nuestros, José María, José Carlos, Ciro Alegría y conocí a Javier ¿sabes? ya en la universidad, tomando café y cigarrillos para la inspiración.
Fue desde entonces que empecé a buscar el secreto de las hierbas arco iris, ¿cuál era la miel de las torcazas? ¿Y la telaraña de los cielos que  iban tejiendo  inviernos al verano?
En casi todos los rincones de la patria crecía la amargura. Había tanto y no teníamos nada. Buscando lo nuestro trasmontamos cordilleras y llegamos a desiertos pelados que también tenían dueños.
 Luego llegaron tiempos malos con trinos de pájaros agoreros que se tragaban los frutos de los árboles y hasta negaban las raíces que sostenían nuestro tronco.
Qué hacer ahora. No podemos permitir que nieguen los nombres, que nos cierren las puertas de nuestras propias casas, que estemos en la intemperie de nuestra pena llorando a los hermanos e hijos muertos y desaparecidos. Que siempre nos estemos yendo del Perú tan nuestro que se adueñan los ajenos.
Hasta la voz de los buenos ya no hablan de nosotros, dicen que somos del mundo y en cualquier lugar estamos.
No, no es así. Nada iguala a la querencia donde mi palabra fue destello de sol a medio día, neblina de canto con la lluvia y suspiro de amor en la alegría.
Que venga la buena nueva, pero la antigua tiene una calle, José María, donde se reconocen los vecinos, se dan la mano, se saludan, y nos daremos los buenos días mañana cuando aparezca el sol en los nevados de nuestras cordilleras.
  Perú de ahora y siempre; de los incas y de los que cantamos somos libres en el Ande.
FUENTE: http://felixhuamancabrera.blogspot.com/
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