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miércoles, 5 de octubre de 2011

Los inocentes de Oswaldo Reynoso


Comentar Los inocentes de Oswaldo Reynoso es una tarea difícil y no porque el libro sea complejo sino porque tanto se ha hablado de él que ya no queda aristas de dónde mirar un libro que es el fundador de la narrativa urbana de un sector no dominante. 
Nunca hice el comentario en el blog porque me parecía abrumador repetir las mismas palabras que estos cincuenta años se ha repetido a este libro trasgresor. Lo que siempre me he preguntado es por qué han pasado tanto tiempo y el libro sigue siendo transgresor. Sigo escuchando todavía a las mismas madres de familia -que seguro Oswaldo escuchó- reclamándome de por qué he elegido este libro tan vulgar para que sus hijos inocentes de toda perversión deban leer. Lo he escuchado tantas veces que puedo confesar que en algún momento me he reído y les he confesado que el libro es más antiguo que los dos que discutimos por algo que pensamos que no debería decirse a voces. Los inocentes es de esos libros que nuestros padres ponen en la parte más alta del estante como esperamos que crezcamos para leerlo o seamos lo más inteligente posible para subirnos a una silla y sacarlo. Puedo confesar y recordar ver a mi padre leyendo sus páginas y carcajearse en cada línea mientras yo me sorprendía del poder de ese minúsculo libro. Sé que el tiempo no lo ha condenado y le ha dado la venia de divinidad y vida eterna que pocos han llegado a rasguñar. Aunque hayan desaparecido las cantinas con aserrín, el Palermo, la ciudad de Lima, los burdeles con atentas prostitutas, los carros Ford a gasolina y esas calles que ahora son centros comerciales. Hoy solo nos queda a los jóvenes callarnos, escuchar música y tratar de emborracharnos lo más rápido posible. Acostarnos con prostitutas que nos roban mientras nos apurábamos porque hay clientes que esperan afuera. Jugar Play station. Escuchar música electrónica en nuestro Ipod. No encontrar cigarrillo Inca. Ver a una Lima que se degenera por el capitalismo, el amontonamiento, la destrucción de sus calles y casas virreinales que ahora son cabinas de internet.

Sobre el libro es mejor no comentarlo solo decirles que si no lo han leído todavía no ha pervertido sus almas ni tampoco saben el sabor del color rojo. Yo solo reafirmare mi compromiso, en estas líneas finales, que seguiré recomendándolo a mis alumnos, aunque eso me cueste por milésimamente vez, ser echado a patadas de todos los colegios privados de Lima.  

Puntuación: Muy bueno

Presentación: Regular

Precio: 3 sol

Lugar: Amazonas

Leído: ya no me acuerdo

Publicado por Josué Barrón en 14:37 

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