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sábado, 11 de febrero de 2012

Portada de Una pasión Latina
Una pasión latina (Alfaguara) es el título de la nueva novela del escritor piurano Miguel Gutiérrez(1940), quien bajo la forma de un thriller cuenta la historia de un hombre atormentado por el rencor, que luego de 20 años de matrimonio asesina salvajemente a su esposa estadounidense. Lea aquí la conversación con el también autor de La violencia del tiempo.






El ruido y la furia de los motores invaden la terraza del Hotel Bolívar, donde Miguel Gutiérrez aguarda la segunda entrevista de la tarde. Dicen que le gustan muy poco las entrevistas, pero parece que ya no tanto. Al menos en esta conversación respondió a todas las preguntas con mucha cordialidad. El pretexto: la presentación de su novena novela, Una pasión latina

Hace algunos años al hablar de las pasiones dijo que la fundamental para usted es la escritura. Le pregunto ahora, ¿qué es para usted escribir?
La pasión por la escritura define mi vida en última instancia. Yo a veces tardo para escribir una historia, después las escribo relativamente rápido. Pero lo interesante del momento de la escritura, cuando uno ya se dispone a escribir, es que en ella se cristaliza toda la experiencia de tu vida, todo lo que has leído, todas las imágenes que conforman tu imaginario. La escritura es lo que me sostiene en el mundo.

Usted cita como grandes influencias en  la novela a Joyce, Faulkner y a Kafka (por mencionarle algunos),  ¿Qué autor considera que es el que más influyó en su obra?
El autor que influyó más en mí para toda la vida fue Dostoievski, cuando leí a los 13 años Crimen y castigo. En todo lo que escribo está presente Dostoievski, no como recurso literario, no como forma, sino como visión del mundo y sentimiento del mundo. Es para mí la gran influencia. Ahora, formalmente y a su debido tiempo, recibí grandes enseñanzas de Faulkner, de Joyce y, por supuesto, Kafka, que me permitió dar otra mirada a la realidad. Sin embargo, para mí la gran novela del siglo XX es En busca del tiempo perdido de Proust. Estos son escritores que he leído y sin los cuales no hubiera podido escribir novelas.

¿Y qué reconoce de Dostoievski en su obra?
Bueno, varios amigos me dicen que él está en todas mis obras. Un amigo crítico que leyó mi última novela, Una pasión latina, me decía que allí también está Dostoievski, y se evidencia -me decía- en la vida atormentada del personaje principal, Nolasco Vílchez, quien comete un crimen atroz.

Y a propósito de Una pasión latina, en ella están presentes como temas la bastardía, el racismo y el mestizaje. ¿Estos son temas que de alguna forma lo persiguen, podría considerarse que son sus demonios?
Pienso que sí, pues siempre salen aunque quisiera controlarlos (sonríe).

¿Cuál fue el punto de partida, el chispazo inicial que inspiró esta novela?
Hace diez años un amigo me refirió la historia brutal, truculenta, de un hombre latino que entra en amores con una estadounidense cuando son jóvenes, y 40 años después, cuando están en Estados Unidos, la asesina y la descuartiza. La historia me conmovió porque estaba dentro de ese gran tema que están en todas mis novelas y que Peter Elmore llamó "la condición mestiza".

Este Nolasco Vílchez vive desde su infancia acomplejado por su origen bastardo, por el color de su piel y busca reivindicarse consiguiendo a una mujer blanca y extranjera
Claro. (El crítico literario) Ricardo González Vigil me hacía mención del cuento de Ribeyro,Alienación, donde ve el tema desde un punto de vista satírico. En mi novela, en cambio, está visto desde otra perspectiva, pero finalmente nos remite a eso. Creo que esta es una de las heridas del pueblo peruano.


POLÍTICA, VARGAS LLOSA Y LIBROS

Miguel Gutiérrez estudió Literatura en San Marcos, se graduó con una tesis titulada Estructura e ideología de Todas las Sangres, la obra de José María Arguedas. Su primera novela, El viejo saurio se retira (1969), tuvo más críticas que elogios, pero se reivindicaría con La violencia del tiempo (1991), su obra más importante, y que en el contexto en que apareció desató polémica por su alusión a Sendero Luminoso.

¿Se siente ahora un escritor valorado literariamente? Antes la crítica le ponía reparos a su obra por su ideología marxista
Yo pienso que hasta ahora hay críticos que se acercan con prejuicios a mi obra por mis concepciones políticas y por mis propios escritos. Pero de alguna manera cuento ya con un público y no me quita el sueño ser reconocido por todo el mundo. Obviamente por mis propias convicciones, mis escritos han ofendido a mucha gente. 

Convicciones a las que no ha renunciado, ¿no es verdad? 
No, no.

¿Y es anacrónico definirlo a usted como un escritor marxista? 
No creo que ser marxista sea anacrónico. Eso es lo que nos dicen los liberales, los apolíticos, el marxismo todavía sigue siendo una opción. Bueno, mi marxismo se complementa con mi apertura hacia el pensamiento contemporáneo. Digamos que hay una actitud heterodoxa. Mi marxismo es heterodoxo, pero creo que sigo perteneciendo al mismo campo.

¿Siente que con los años ha dejado de ser confrontacional? Recibió muchas críticas, por ejemplo, por su ensayo sobre la Generación del 50
Creo que mis posiciones fundamentales siguen siendo las mismas. Por ejemplo mi actitud frente al poder no ha cambiado. Yo planteo y sostengo que el escritor debe mantener una distancia frente a todos los poderes para poder decir la verdad. Siempre he sido crítico. Naturalmente en la manera, en la forma, he morigerado el tono confrontacional.

¿Y diría que fue injusto con sus críticas a algunos escritores en ese ensayo sobre la Generación del 50?
Hay que ver en qué momento se escribió este ensayo, pues fue en una época de gran beligerancia. Tiene un tono vehemente, sin embargo no insulto a nadie, no estigmatizo a un escritor por sus convicciones políticas. Por ejemplo, sobre (Julio Ramón) Ribeyro, fue la parte que me resultó más dolorosa de escribir. Fui muy severo con él porque aceptó una condecoración del primer gobierno de Alan García a los pocos meses de la matanza de El Frontón (nota de referencia: en esa masacre de 1986, murió su hijastro Carlos Eduardo Ayala). Sin embargo, en el mismo libro dedico un análisis a la cuentística de Ribeyro, por quien siento una gran admiración, para mí es el mejor cuentista del Perú.

¿Llegó a conversar luego con Ribeyro sobre esto?
No y fue una pena para mí. Una vez me encontré con su hermano (Juan Antonio), pocos meses después de que muriera Julio Ramón y le dije que hubiera querido conversar con él.  "Créeme -me dijo- que Julio Ramón entendía tu posición". 

La violencia del tiempo, esa novela que llaman totalizante ¿ es su mejor novela?
Yo he hecho mi propio ranking y podría decir que esta es mi novela más poderosa de todas. Ahora, a raíz de la reedición (de hace un año) tuve la oportunidad de releerla muchos años después. Me di cuenta del momento en que fue escrita, justo en una etapa en que el país afrontaba una convulsión tremenda. Más que novela totalizante yo la llamo novela summa porque está compuesta de varias novelas.

¿Cuál cree usted que ha sido su aporte a la novela peruana? 
Mire, yo he querido terminar con ciertas dicotomías. Por ejemplo, soy un hombre nacido en una urbe, sin embargo he escrito novelas que transcurren en el campo. Entonces yo nunca acepté que había una dicotomía entre lo rural y lo urbano, creo que un novelista puede transitar entre esos dos mundos. Además, no aceptaba que hubiera separación entre lo nacional y lo cosmopolita. En La violencia del tiempo está la pequeña aldea, está Piura, pero también está París y Barcelona. El escritor no necesariamente tiene que vivir una realidad para escribir sobre ella.

¿Qué le pareció que le hayan dado el Premio Nobel a Mario Vargas Llosa, con quien ha polemizado por sus convicciones políticas?
Yo creo que lo merece. Se pueden tener muchas discrepancias con Mario, pero indudablemente es un escritor formidable. Con esa disciplina para escribir una obra tan vasta, no solo en novelas sino también en ensayos.

¿Cuál cree que es la mejor novela de él?
Creo que Conversación en La Catedral. La guerra del fin del mundo también es una gran novela, pero no me satisface totalmente -no como forma porque es perfecta-, porque pudo haber sido laGuerra y Paz de Latinoamérica si él hubiera tenido una actitud más abierta, más cercana hacia el pueblo, me refiero a los que pertenecieron al bando del Conselheiro.

¿Qué disfruta más leer o escribir?
Cuando estoy embarcado en la lectura, prefiero escribir porque creo que solamente cuando escribo me siento verdaderamente feliz.

¿Escribe todos los días? ¿Tiene horarios?  
Cuando estoy escribiendo sí. Últimamente he dejado mi horario nocturno, durante muchos años trabajaba desde las seis de la tarde hasta las seis de la mañana.

Si tuviera que decirnos los cinco libros más importantes que usted haya leído cuáles serían. 
Un clásico que me impactó mucho que lo leí a los 17 años fue Edipo Rey, de Sófocles. Otro libro fue Los hermanos Karamazov, de Dostoievski. 

De Leon Tolstói me gusta Guerra y paz.

De Marcel Proust, En busca del tiempo perdido para mí es la gran novela del siglo XX.

Y de Latinoamérica pondría tres grandes novelas que para mí son las mejores. De Guimaraes Rosa, Gran sertón: Veredas. También Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, yPedro Páramo, de Juan Rulfo. No sé cuál de las tres es la mejor.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Escritor Miguel Gutiérrez revela detalles de su nueva novela Una pasión latina

Lima, nov. 19 (ANDINA). El escritor peruano Miguel Gutiérrez presentó su nueva novela Una pasión latina, que paradójicamente tuvo tantas dificultades y anécdotas diversas antes de su publicación oficial como ocurrió con su anterior libro La violencia del tiempo.
Literato Miguel Gutiérrez brinda detalles de su última obra. Foto: ANDINA/Difusión.
Literato Miguel Gutiérrez brinda detalles de su última obra. Foto: ANDINA/Difusión.
Recordó que hace 20 años publicó La violencia del tiempo, considerada por muchos como la mejor novela peruana de la década de 1990, una edición que no estuvo exenta de problemas como le ha ocurrido ahora a su nueva novela.
Dijo a Andina que Una pasión latina demoró en publicarse oficialmente un par de semanas más de lo planeado por algunos imprevistos, aunque las razones fueron distintas a la anterior.
"En ese tiempo, como no pude supervisar la edición por la situación que se vivía en el país en 1991, el editor se tomó algunas libertades. Lo interesante de la última edición es que se ha restablecido la versión original, por ejemplo la distribución de los capítulos, menos mal que tenía los originales, que los guardaba el historiador Carlos Araníbar.
¿Cómo surge Una pasión latina, que transita entre Estados Unidos y el Perú?
–La novela parte de un hecho real. El asunto era cómo escribir esa historia, que se vuelva turbulenta, atroz, desagradable. Cuando uno escribe una novela se pregunta cómo se va a escribir, a uno se le presentan varios caminos, pero sabe que solo hay uno definitivo.
¿Cuánto se demoró en hallar la forma de contar la historia?
–Me enteré de este caso hace diez años, desde entonces, está dando vueltas. Siempre busco que cada libro sea una aventura de composición, de formas de tratar, de técnicas y de lenguaje. De cierta forma, La violencia del tiempo es una novela suma, hay varias novelas dentro de ella. Pero esa novela responde a la tradición realista, de Balzac, Tolstói, todos ellos. En cambio, Babel en el paraíso, responde a otra tradición, otra poética y estética: a la de la novela fantástica, la novela utópica. El lenguaje está determinado por esa forma.
¿Cómo plantea sus libros? ¿Anda a la caza de una historia? ¿De la forma?
–Una de mis preocupaciones ensayísticas es el tema del acto creativo novelesco. Surge de diversas maneras. De un personaje, de una historia, a veces de una imagen, que desencadena todo el imaginario que tiene un escritor. Cuando me cuentan una historia, puedo ver que son novelables, pero no me interesan. Pero otras sí, como esta historia de un hombre que descuartiza a su mujer luego de cuatro décadas juntos. Me conmovió porque vi que podía encajar con un tema que está en toda mi obra, que es la cuestión mestiza. Ahora bien, el otro asunto es cómo escribirla. Soy un autor que se demora mucho para empezar una novela, pero una vez que la inicio soy rápido.
La novela pendiente
La forma de escribir Una pasión latina se le presentó a Gutiérrez mientras escribía otra novela. Ese libro, que ya había sido pospuesto antes por Confesiones de Tamara Fiol, tiene el título temporal de Se busca a Kymper. El autor confiesa que piensa cambiar el nombre para no confundir con hechos noticiosos que no tienen relación. Dice ya tenerla avanzada y que en ella cuenta la historia de un sujeto, en 1992, perseguido por tres fuerzas: Sendero Luminoso, un grupo paramilitar y su mujer. "Esta última es la más letal", bromea.

Una pasión norteamericana
Noto, por el epígrafe de Don DeLillo y la charla previa a la entrevista, que es un atento lector de lo que se produce actualmente fuera de las fronteras.
– Siempre he sido un lector de la novela estadounidense. Desde los clásicos del siglo XX, la generación de Faulkner, Hemingway, Fitzgerald, hasta los de la segunda posguerra como Philip Roth, Saul Bellow, Truman Capote, o los más recientes como Bret Easton Ellis. La novela estadounidense ha dejado una huella en mí. Por ejemplo, John Dos Passos es un autor casi olvidado, pero para mi generación es importantísimo.

¿Qué es lo que le atrae de esa tradición?
–La vitalidad de la novela estadounidense, aunque esto se ha ido perdiendo últimamente. Pero, por lo menos, la novela de esa época tiene una gran vitalidad. Aún obras de autores que no son los mejores como El camino del tabaco de Erskine Caldwell o Viñas de ira de John Steinbeck. Una vitalidad que no encontrábamos en la novela europea, que se había vuelto muy intelectual. Sin embargo, para mí la gran novela del siglo XX es En busca del tiempo perdido. No obstante, la novela estadounidense era muy audaz experimentalmente y tenía un lenguaje muy ligado a la vida. Hasta ahora la sigo leyendo.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Los inocentes de Oswaldo Reynoso


Comentar Los inocentes de Oswaldo Reynoso es una tarea difícil y no porque el libro sea complejo sino porque tanto se ha hablado de él que ya no queda aristas de dónde mirar un libro que es el fundador de la narrativa urbana de un sector no dominante. 
Nunca hice el comentario en el blog porque me parecía abrumador repetir las mismas palabras que estos cincuenta años se ha repetido a este libro trasgresor. Lo que siempre me he preguntado es por qué han pasado tanto tiempo y el libro sigue siendo transgresor. Sigo escuchando todavía a las mismas madres de familia -que seguro Oswaldo escuchó- reclamándome de por qué he elegido este libro tan vulgar para que sus hijos inocentes de toda perversión deban leer. Lo he escuchado tantas veces que puedo confesar que en algún momento me he reído y les he confesado que el libro es más antiguo que los dos que discutimos por algo que pensamos que no debería decirse a voces. Los inocentes es de esos libros que nuestros padres ponen en la parte más alta del estante como esperamos que crezcamos para leerlo o seamos lo más inteligente posible para subirnos a una silla y sacarlo. Puedo confesar y recordar ver a mi padre leyendo sus páginas y carcajearse en cada línea mientras yo me sorprendía del poder de ese minúsculo libro. Sé que el tiempo no lo ha condenado y le ha dado la venia de divinidad y vida eterna que pocos han llegado a rasguñar. Aunque hayan desaparecido las cantinas con aserrín, el Palermo, la ciudad de Lima, los burdeles con atentas prostitutas, los carros Ford a gasolina y esas calles que ahora son centros comerciales. Hoy solo nos queda a los jóvenes callarnos, escuchar música y tratar de emborracharnos lo más rápido posible. Acostarnos con prostitutas que nos roban mientras nos apurábamos porque hay clientes que esperan afuera. Jugar Play station. Escuchar música electrónica en nuestro Ipod. No encontrar cigarrillo Inca. Ver a una Lima que se degenera por el capitalismo, el amontonamiento, la destrucción de sus calles y casas virreinales que ahora son cabinas de internet.

Sobre el libro es mejor no comentarlo solo decirles que si no lo han leído todavía no ha pervertido sus almas ni tampoco saben el sabor del color rojo. Yo solo reafirmare mi compromiso, en estas líneas finales, que seguiré recomendándolo a mis alumnos, aunque eso me cueste por milésimamente vez, ser echado a patadas de todos los colegios privados de Lima.  

Puntuación: Muy bueno

Presentación: Regular

Precio: 3 sol

Lugar: Amazonas

Leído: ya no me acuerdo

Publicado por Josué Barrón en 14:37 

martes, 20 de septiembre de 2011

ENTREVISTA A ENRIQUE ROSAS PARAVICINO

Enrique Rosas Paravicino


Por: Niko Velita

El gran señor es una novela que ha abordado la temática de la violencia política. Casi toda la historia se desarrolla en un santuario, en un ambiente religioso. Unos subversivos se infiltran ahí. El objetivo es aniquilar a sus enemigos y pasar desapercibidos bajo el disfraz de pabluchas y las explosiones de los cohetes. Sin embargo, los participantes de esa festividad, al darse cuenta de la presencia de ellos, los capturan y les entregan a las autoridades. Eso en una època contemporánea, porque además cuenta historias de la lucha por las tierras de épocas pasadas entre hacendados y campesinos; y la historia de Mateo Pumacahua, quien como fantasma expía sus culpas. De esta manera, Rosas Paravicino nos da a entender que la violencia no es de ahora: es de antaño. En la presente entrevista, que el autor ha concedido amablemente por vía internet, habla de la narrativa de la violencia política y de su novela.


La guerra interna ha dejado profundas huellas en los peruanos. ¿Cuál es su testimonio con respecto a ello?

Igual que otros miles de peruanos fui testigo del cruento proceso de la guerra. Detenciones, torturas y asesinatos comenzaron a ensombrecer el panorama nacional a partir de la década del ochenta. El gobierno expidió la ley de la apología del terrorismo, con la que se acallaba la conciencia crítica de la ciudadanía. A pesar de ello, algunos escritores dimos a conocer temprano nuestros textos con relación a la violencia creciente. En 1986 Julio Ortega publicó “Adiós Ayacucho”, Luis Nieto Degregori al año siguiente, “Harta cerveza, harta bala”, yo publiqué en 1988 “Al filo del rayo”, Dante Castro ganó en 1987 el segundo puesto del Copé de cuento con “Ñakay pacha”. Tuvimos el coraje de jugarnos el pellejo en un período de abierta represión brutal. Nuestro testimonio queda en la palabra hecha denuncia e indignación, justo cuando aquel baño de sangre se tornaba incontrolable y las hienas rondaban en torno de los cadáveres.


Este asunto de la guerra interna, ¿cómo incide en el quehacer novelístico actualmente?


La guerra interna ha marcado a fuego vivo nuestra cultura en las últimas décadas. Y como parte de ello, la creación literaria, más específicamente la novelística, por su condición de género totalizador refleja y procesa de varias maneras el ciclo violento que la sociedad peruana vivió a fines del siglo XX. Siempre un novelista aspira a comprender e interpretar su época. En ese afán, extrae la savia de su creación de la mata misma de los sucesos de su tiempo. Si la psiquis colectiva está tatuada de tragedia y dolor, es lógico que la novela peruana esté al nivel de ese estado de ánimo. Rosa Cuchillo, Abril rojo, La hora azul, Retablo, La niña de nuestros ojos, entre otras, son evidencias de que hay una nueva ruta avanzada en el género. Aunque ciertamente el número de novelas es mayor. Mark Cox anotaba que hasta el año 2008 había 68 novelas publicadas alrededor del conflicto bélico interno.

¿Qué autores cree que han trabajado mejor la temática de la guerra interna?

Aún es temprano para efectuar un balance definitivo, pero a título personal me quedo con los aportes de Oscar Colchado, Dante Castro Arrasco, Luis Nieto Degregori, Julio Ortega, Alonso Cueto, Miguel Arribasplata, Eduardo Huarag y Santiago Roncagliolo, entre otros.

¿Cómo han influido los sucesos de la guerra interna en su quehacer literario?

De manera abrupta y definitoria; particularmente las masacres de Accomarca, Uchuraccay, Lucanamarca y otros episodios similares que se dieron en los años ochenta. La sangrienta fuga de los presos del penal de Ayacucho es otro suceso que anuncia el cambio de rumbo de la guerra. En ese contexto, no tenía mayor sentido que un escritor de marcada sensibilidad social, haga lírica personal o abstracciones metafísicas. Había que acatar el ritmo duro de la época, procesar el dolor colectivo y, desde la instancia de la palabra, contribuir con la imaginación y el talento para que termine el desangre nacional, para darle un registro estético (de una estética cruel) al más grande genocidio que se dio en nuestra historia republicana. Sólo así nuestra palabra tendría valor ético, social y testimonial.

En su novela El gran señor los subversivos se infiltran en el santuario, entre la gente con fervor religioso, incluso asesinan ahí. Se profana lo sagrado. ¿Los subversivos son herejes desde esta perspectiva? ¿Se ha visto situaciones parecidas en la realidad?

Responderé a esta pregunta con un caso real. En mi calidad de peregrino de la festividad de Qoyllurit’i del Cusco, vi una vez que dos jóvenes danzaban indistintamente en las comparsas de bailarines de Ocongate y Paucartambo. Ambos eran alumnos míos en la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco. Los conocía desde hacía varios semestres como radicales activistas de la izquierda legal. Sin embargo, más adelante me enteré que ambos terminaron enrolándose en las filas de Sendero Luminoso. Aquí participarían de atentados sangrientos, con secuelas trágicas hasta la vez que la policía desbarató al comando sedicioso y capturó a sus componentes. Una tarde, los presentó a todos en conferencia de prensa y allí estaban los dos danzantes del santuario. Más que simples herejes, ambos habían derivado en militantes de un proyecto político que anunciaba barrer el sistema para, sobre sus escombros, construir otro tipo de sociedad. Este caso nos demuestra que, en los Andes, no hay mayor divorcio entre la práctica religiosa popular y la opción política violenta.

En varias novelas, los ronderos aparecen como delincuentes. Su personaje, el comandante Huaroto, no se libra de esta descripción.

La guerra interna también engendró hijos de una particular tipología moral. Tanto en el bando subversivo como entre las llamadas fuerzas del orden se dieron casos de individuos con un perfil psicológico que rayaba en la simple perpetración de delitos. Aquí es pertinente retrotraer la figura del denominado comandante Huayhuaco, un personaje de la vida real, vinculado al narcotráfico, dueño de un prontuario policial deleznable, pero que cuando su territorio se ve afectado por la presencia de los sediciosos, él se alía con el ejército y se convierte en un cabecilla antisubversivo importante. Lo paradójico es que el Estado que representa a la legalidad, termina asociándose con un jefe mafioso requisitoriado por el poder judicial. En mi novela El gran señor yo invento un personaje análogo: el Comandante Huaroto que viene a ser un Huayhuaco operando en la región sur, un sujeto sin bandera ni principios, capaz de cometer cualquier vesania, bajo el paraguas de su alianza con los militares. No sé si me salió bien, pero ahí está.

La historia oficial presenta a Mateo Pumacahua como un héroe. Usted no. Este personaje paga sus culpas en su condición de fantasma.

Pumacahua representa al sujeto histórico controvertido. En noviembre de 1780 el destino le dio la oportunidad de involucrarse en el proyecto político de Túpac Amaru (su par en términos de casta y autoridad), pero él prefirió unirse a los españoles, para combatir la sublevación de Túpac Amaru. Su actuación en aquella guerra fue decisiva para el triunfo de los realistas. Tres décadas después, ya sofocada la rebelión y luego de ocupar altos cargos burocráticos, Pumacahua siente que de nuevo la guerra toca su puerta. Esta vez son los criollos del Cusco que se han sublevado contra el rey de España. Le proponen la jefatura del ejército alzado y Pumacahua les acepta, acaso remordido por el genocidio que perpetró en el conflicto anterior. No calculó el tamaño de la nueva aventura. Tras una difícil campaña militar fue derrotado en la batalla de Umachiri y luego fusilado en la plaza de Sicuani, como traidor al rey. En la novela lo presento como un condenado (fantasma) que debe penar de los siglos por los siglos entre los picachos de los Andes. Sufre de un remordimiento profundo por sus actos en vida y sus recuerdos se focalizan en el Cusco, allí donde gozó del poder y la fortuna.

Con la presencia de Pumacahua y las luchas por la tierra que usted narra en su novela, ¿podemos decir que la violencia no se inicia en 1980, sino que nuestra historia está llena de eso?

En efecto, la violencia social tiene una data antigua en el Perú. Este es el país de las grandes sublevaciones y masacres. Partamos únicamente de la época colonial. Manco Inca en 1536 libra una guerra sangrienta en su afán de aniquilar a los usurpadores españoles. Juan Santos Atahualpa en 1742 levanta a las etnias amazónicas en contra del poder hispano instalado en Lima. Túpac Amaru, en 1781, libra la gesta libertaria más tenaz y heroica, con una secuela de 100 mil muertos. Si analizamos estos hechos y los comparamos con las sublevaciones indígenas de la era republicana, vamos a ver que el denominador común de todos es el mismo: la lucha por el derecho a la dignidad, la justicia, la cultura, la autodeterminación, la identidad y la tierra. A la luz de estos acontecimientos, la guerra de 1980 no es sino la prolongación de una historia, como la del Perú, que está escrita más por el lado del borrador que por la punta del lápiz. Ahora bien, tampoco la reciente derrota de Sendero Luminoso nos garantiza un futuro promisorio de paz y bienestar. Mientras continúe la situación de exclusión, pobreza, inequidad, corrupción e injusticia, siempre tendremos en el horizonte la probabilidad de un nuevo conflicto interno. Debemos aprender de la historia si ciertamente queremos construir un Estado/Nación que represente a todos.

Siete truenos, siete días, en que Isolda consigue liberar a Alberto, siete subversivos, siete pabluchas. ¿Alguna simbología?

Sí; un intento de elaborar una cábala andina, similar a la cábala judía donde el número clave es el tres.

Finalmente ¿qué proyectos tiene como escritor?

Varios. Siempre en el género narrativo y con temas que tienen que ver con los procesos sociales e históricos del país. Por ahora no quisiera puntualizar sobre algún proyecto en especial. Primero que nazca la criatura para luego especificar los pormenores de su existencia. Gracias.
FUENTE:http://literaturayguerra.blogspot.com/2010/12/entrevista-enrique-rosas-paravicino.html

sábado, 30 de julio de 2011

Armando José Sequera


http://aaronsosaactual.blogspot.com/2008/12/una-maana-con-armando-jos-sequera.html
Nace en 1953, escritor venezolano, autor de 44 libros publicados y 18 inéditos, gran parte de ellos para niños y jóvenes. Ha obtenido 16 premios literarios, 3 de ellos internacionales: el de la Casa de las Américas (La Habana, Cuba, 1979); Diploma de Honor IBBY (Basilea, Suiza, 1996) –ambos con la obra Evitarle malos pasos a la gente–, y la Bienal Latinoamericana “Canta Pirulero” (Valencia, Venezuela, 1998), esta última con el libro Teresa. A nivel nacional se ha hecho acreedor a 13 premios; entre ellos, la Bienal de Literatura “Mariano Picón Salas”, en dos oportunidades: la primera, en la mención Narrativa “Salvador Garmendia”, obtenida con la novela La comedia urbana– (2001), y la segunda en la mención Crónica (2005), recibida por el libroFuneral para una mosca. Además, ha recibido 24 menciones en diversos concursos de narrativa, divulgación científica y fotografía. También es periodista, promotor cultural, conferencista y guionista de radio. Ha dictado más de 1.500 charlas y conferencias, y varias decenas de cursos y talleres sobre literatura en general, creación literaria (narrativa), redacción, elaboración de textos de divulgación científica, creatividad, crecimiento personal y espiritual, valores, lectura en voz alta y novela policíaca contemporánea, en instituciones como la Universidad Simón Bolívar, la Universidad Central de Venezuela, la Biblioteca Nacional, el Ateneo de Caracas, el Ateneo de Valencia, el Instituto Pedagógico de Caracas, el Consejo Nacional de la Cultura, el Ministerio de la Juventud, la Fundación Centro para el Mejoramiento de la Enseñanza de la Ciencia (Cenamec), Monte Ávila Editores, Editorial Santillana y el Metro de Caracas, entre otras. 
Reflexión sobre la lectura y la literatura
Pienso que la lectura es la actividad más importante que hace el hombre, después de todas las que permiten su supervivencia. No es más importante que respirar, comer, ingerir líquidos, dormir o amar, porque sin estas acciones la vida es imposible, pero sí está por encima de todas las demás. La principal característica humana es el uso de la inteligencia que el hombre posee. Pero este uso, sin la reflexión, sólo conduce al caos, al exterminio de las restantes formas de vida animal y vegetal, al suicidio a largo plazo como especie.
El hombre, por sí solo, sin duda es capaz de reflexionar. Sin embargo, la lectura –por lo que tiene de reservorio de experiencias, de archivo de logros y fracasos, de centro de acopio de ideas y de almacén de fantasías–, constituye el recurso perfecto para estimular la reflexión. Leer, ya se ha dicho, nos pone en contacto con las mentes más lúcidas y las ideas más importantes de la humanidad. Leer nos hace co-creadores, dado que el autor propone el 50% del texto y nosotros completamos, en nuestra mente, el 50% restante. De allí que leer no es un monólogo sino un diálogo. Un diálogo enormemente feraz, gracias al cual la humanidad alcanza su cota más elevada.
Considero a la literatura el arte más completo. Cuando leemos, nuestra imaginación se comporta como una pantalla virtual multisensorial, mediante la cual evocamos recuerdos, sensaciones, ideas, reflexiones e imágenes de ficción, apelando a todos los sentidos. Una sinfonía puede inspirarse en una obra literaria e igual una danza. Pero su desempeño se basa sobre uno, dos o tres sentidos: el oído, si sólo la escuchamos; el oído y la vista si asistimos a un concierto o la vista, el oído y el tacto si bailamos. En este último caso, es posible que participe también el olfato, pero nunca se cubre toda la gama sensorial. Igual ocurre con la pintura, la escultura, la fotografía o el cine, entre otros.
Por otra parte, para mí, hacer literatura es participar del mismo oficio gracias al cual tenemos existencia, el de creador. En tal sentido, considero que la actividad que realizo es, en el fondo, una actividad profundamente mística.

Obras recomendadas

    Ha habido muchos. Distintos en cada etapa de mi vida y de mi formación literaria. Sin embargo, reconozco que algunos han influido más en mí que otros. Enumero los que vienen a mi memoria:
  • Cuentos de Julio Cortázar. El momento estelar de mi vida como lector y escritor fue la tarde en que leí “La noche boca arriba”. Tenía entonces 23 años. Este cuento me abrió camino en la literatura, al mostrarme que cualquier cosa que imaginara –siempre y cuando tuviera su lógica intrínseca y no atentara contra las leyes físicas (o lo hiciera, pero tomándolas en cuenta)–, tenía cabida en un texto literario. Debo explicar que, antes de leer este cuento, había escrito varios centenares de malos poemas y casi de dos decenas y media de cuentos (me inicié en la escritura a los 11 años), pero desde hacía tiempo que tenía la asfixiante sensación de topar con un techo, a la manera de la niña Alicia, al hallarse en una casa del País de las Maravillas.
  • Las columnas de Cyborg de Julio Coll. Este hoy olvidado libro de ciencia ficción, aparecido en los años 70 y realizado por un autor español, me mostró que podía escribir textos ingeniosos, sin necesidad de cubrir grandes extensiones de texto. Con él aprendí a valorar esa brevedad propia de mis textos que entonces consideraba producto de la pereza.
  • Rajatabla de Luis Britto García. Otro libro que me impactó por la brevedad de sus textos y el ingenio manifestado en ellos.
  • La muerte viaja a caballo de Ednodio Quintero. Aquí confirmé que varias decenas de textos que había elaborado desde 1972, sin conciencia de que elaboraba minicuentos o minificciones, tenían carácter literario.
  • El osario de Dios de Alfredo Armas Alfonso. Más que la lectura de este libro, el tener a este escritor como maestro ha sido una de las mayores bendiciones en mi vida. Al libro lo leí tarde, cuando ya había elaborado más de 150 minicuentos y conocía a su autor, pero el trato con Armas Alfonso fue determinante y fundamental en mi existencia como ser humano y como profesional de la escritura. Con él empecé a valorar la intromisión de la realidad en los textos ficticios y la de la ficción en la realidad.
  • Crónicas marcianas de Ray Bradbury. En diversas ocasiones he afirmado que, si tuviera que salvar un libro en un naufragio, salvaría éste. La forma tan precisa de mostrar cómo un imperio coloniza una nación –en este caso, a un planeta–, y cómo ese mismo imperio se hunde al hundirse el colonizado lo convierten en un retrato exacto de la historia universal.
  • Ficciones de Jorge Luís Borges. Estos cuentos, especialmente, el titulado “Las ruinas circulares” me confirmaron en mi gusto por la ficción. Lo considero una de las cumbres de la literatura universal.
  • Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez. La lectura de diversos textos de García Márquez me marcó como periodista y como hacedor de ficción. Esta novela, especialmente, me hizo descubrir cómo construir una ficción sin fisuras. Leer los reportajes de Gabo me enseñó más periodismo que cinco años en la Escuela de Comunicación Social.
  • Momentos estelares de la humanidad de Stefan Zweig. Zweig es mi otro maestro periodístico. Su uso de la historia, como si relatase una ficción, me marcó profundamente. Especialmente, los textos referidos a la creación de la Marsellesa, la composición por Haendel de su Mesías y el instante en que Vasco Núñez de Balboa se convierte en el primer europeo que ve el océano Pacífico, en la actual Panamá, los considero obras fundamentales en mi formación personal y profesional.
  • Vidas imaginarias de Marcel Schwob. También esta obra influyó en mi quehacer periodístico y literario. Sus biografías ficticias de personajes reales me han influido mucho más de lo que suelo admitir.
  • Entre los libros que más me han gustado últimamente, me ha llamado mucho la atención una novela breve del escritor israelí Amos Oz: La bicicleta de Sumji. Estimo que es una verdadera obra maestra destinada a niños y jóvenes. Leí también y con gran gusto un libro de crónicas de Mía Couto, un escritor y periodista de Mozambique, al que considero un narrador estupendo. El título: Cronicando. El sudafricano J. M. Coetzée ha sido también un  hallazgo para mí, igual que el turco Orhan Pamuk. Ambos ganadores del Premio Nóbel me han deslumbrado con su narrativa. El primero con Desgracia y Vida y época de Michael K y el segundo con Estambul Me llamo Rojo. Me han parecido obras notables tres novelas que he leído del húngaro Sándor Marai: El último encuentro, La herencia de Eszter y La amante de Bolzano. Me gustó mucho el libro de crónicas Error humano, del estadounidense Chuck Palahniuk (de quien leí y disfruté su formidable novela Nana) y leí en un poco más de un mes las cinco novelas de la saga del Capitán Alatriste, del español Arturo Pérez Reverte. De este mismo autor, leí un agrupamiento de sus crónicas y artículos de prensa titulado Con ánimo de ofender, que me gustó bastante. Igualmente disfruté dos novelas del argentino Federico Andahasi: El anatomista El secreto de los flamencos. Me pareció una buena novela para jóvenes la del venezolano Juan Carlos Méndez Guédez: Nueve mil kilómetros y tu abrazo. Hace poco, releí Historia de una gaviota y Del gato que le enseñó a volar, del chileno Luís Sepúlveda, y me siguió pareciendo una notable novela para jóvenes. La sentí tan fresca como la primera vez.Me llamó la atención y me parece que augura grandes cosas la novela Todos se van, de la escritora cubana Wendy Guerra, a quien conocí en Cuba cuando era apenas una niña y ya hacía muy buenos cuentos.
  • Por último, quiero referirme a la mejor novela que he leído últimamente: El corazón de Voltaire, del puertorriqueño Luis López Nieves. Una exquisita e ingeniosa obra que mezcla la historia, el suspenso policial y el humor en dosis finísimas que hacen que el lector disfrute el recorrido de punta a punta
    FUENTE.http://www.ciudadseva.com/obra/2007/02/15feb07/15feb07.htm
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